dimarts, 12 de gener del 2016

Él

Me cogías en brazos y me decías que no, que de eso no se debía hablar, que nuestra existencia era superflua, que no había nada que hacer. 

Siempre hablabas de ambigüidades y nunca llegué a pensar que tú eras la primera de ellas. Hasta con una copa de vino delante y llamaradas de humo bohemio, tu barba se perfilaba con las palabras más avispadas. Pero me decías que no, que aquello sería una historia sin principio ni fin, que no, que no estábamos para eso. 

Hoy yo te lo corrijo, te lo digo de corazón. Ese era el momento, era el instante preciso para dejar de aferrarte a un futuro al que hoy estás condenado; era moment de respirar humo nuevo, humo al fin y al cabo, nuevo al fin y al cabo también. 

Permíteme que te diga que luché. Oh claro que luché, aunque suene melodramáticamente medieval. Luché solo, en mi cama, porque era la mejor forma de hacerlo, para dejarte consumir tu droga, tu utopía. 

Mírame a los ojos y dime, atrévete a decirme, que no estaba en lo cierto. Pero era mejor; él era mejor. 

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